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Ni la muerte los separa

  • Foto del escritor: Shaira De Avila
    Shaira De Avila
  • 8 feb 2022
  • 4 Min. de lectura

Las sociedades en Colombia se rigen por medio de estratos, los cuales permiten discernir quienes viven socioeconómicamente mejor que otros. Los gobiernos implementaron esta organización para saber cómo está en materia de pobreza y riqueza la población colombiana. Según datos de El DANE, en Colombia solo el 6% de la población se encuentra dentro de los estratos más altos. Esto, ha permitido que nos demos cuenta de que la brecha entre los que tienen y los que no es sumamente grande.

El cementerio de Malambo está ubicado en medio de un parque. A la izquierda hay columpios y una cancha de cemento que actualmente es puesto de vacunación contra el COVID-19. A la derecha hay máquinas para hacer ejercicios de esas rojas con amarillo que coloca la Alcaldía en zonas recuperadas para hacerle ver a la comunidad que están haciendo algo. Al pasar por las rejas de hierro para entrar al lugar, lo primero que se ve es una gran cruz gris destartalada encima de un pedestal negro de tres escalones que parece estar sufriendo. El símbolo perfecto para describir lo que allí reposa.

Por todas partes hay tumbas. Los pasillos que permiten el paso entre ellas están desnivelados y rústicos. Hacia la derecha, en el fondo de esa parcela de tierra estrecha y maloliente, hay una pared llena de bóvedas, las cuales con el verdín y el tiempo no tardarán en empezar a caer. La más antigua es de 1955, de una niña de tan solo un año de edad.

Las tumbas están todas disparejas, unas encima de las otras tan mal puestas que al que las construyó seguro le da vergüenza admitirlo. Muchas están ya negras del sucio, otras están cubiertas de monte y algunas pocas están en escombros. Varias no tienen lápida o sólo tienen escrito sobre el cemento vivo los nombres del fallecido. Otras están escritas con témpera, algunas están hechas con fomi escarchado y las más comunes son mandadas a hacer con mármol tallado.

En los pasillos del cementerio es común ver a la señora Delia, una mujer de cabello blanco, piel arrugada y vestir sencillo que se pasea entre cada tumba con un balde rosado. Cuenta que a diario entra a buscar las velas que han dejado otras personas y ya están apagadas para llevárselas y venderlas. Es, además de vender tinto desde temprano, su fuente de ingreso monetario.

En la entrada siempre están sentados Juan Carrillo y José Suárez. El señor Juan, un hombre canoso y delgado que no se quita su gorra nunca, vende flores desde muy temprano. Relata que le va medianamente bien en su negocio, siempre hay flujo de personas entrando y saliendo del lugar.

Por su parte, José, un señor moreno con una mancha negra que recorre toda la zona de su ojo izquierdo, es quien realiza los rezos a los muertos con su rosario gris, que se nota que carga desde hace mucho tiempo como el tesoro más valioso alrededor de su cuello. Cuenta que no cobra por su trabajo, solo recibe “lo que la gente le quiera dar”.

Todos tienen en común algo: son personas de escasos recursos que se rebuscan el diario en el cementerio, el cual está lleno de personas que, en vida, al igual que ellos trabajaron y lucharon por salir adelante en un país donde las desigualdades sociales son gigantes. El estado del cementerio irónicamente es una clara representación de la forma en que viven la mayoría de las personas en este país. Es impresionante como hasta los muertos representan la calidad paupérrima de vida en la que están muchos colombianos.

El párroco de la Iglesia, quién decidió no relevar su nombre, comenta que el cementerio nunca ha sido foco de atención por parte de la Alcaldía, y que “muchas veces entran pick-ups y coletos que solo saben drogarse y bailar entre los muertos, sin respeto alguno por el lugar y nadie hace nada”.

El señor Peter Kepes, jefe de la Oficina Asesora de Planeación de la Alcaldía de Malambo, comenta que la razón por la que el cementerio se encuentra así es debido a que administraciones pasadas del municipio no crearon planes de desarrollo adecuados para este. Sin embargo, ellos en su plan de desarrollo actual establecen la ampliación de las bóvedas, nichos, levantamientos de paredes, la construcción de garitas, un tanque de agua elevado de 1000 mt3 e iluminación. Claro, esto aún no se ha visto reflejado. Del dicho al hecho hay mucho trecho dice la cultura popular.

Ante las palabras del párroco y especialmente de la Alcaldía, quienes culpan a sus antecesores de la situación y parece que quieren hacer algo al respecto, pero es poco lo que se ve, en un país como este ya nadie se asombra. Es común que todo lo que es de carácter público está siempre en las peores condiciones. Y desafortunadamente es lo único que tienen quienes son de escasos recursos. La pobreza y desigualdad estará presente en toda su vida y, por si fuera poco, también después.


En Honor a Carlos Suarez.

Reportaje realizado en Marzo de 2021. Algunos nombres fueron cambiados por decisión de los involucrados.


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